5 maneras de hacer que tus hijos te escuchen
Nunca olvidaré cuando me topé de bruces con mi problema de crianza más frustrante hasta la fecha: mis hijas me ignoraban. Podía decirles cinco veces que hicieran cualquier cosa -que se vistieran, que apagaran la tele, que se cepillaran los dientes- y no me oían o no me hacían caso. Así que se lo decía cinco veces más, cada vez más alto. Parecía que la única forma de inspirar a mis hijos de 6 y 4 años era gritarles como una de las amas de casa de Nueva Jersey y amenazarles con tirarles las mantitas.
Este comportamiento no demostraba el tipo de madre que yo quería ser. Pero su incapacidad para escuchar o incluso reconocer a mi marido y a mí nos hacía sentir impotentes. Mientras caminaba por Target un sábado, escuché a no menos de cinco padres decir alguna variación de: "¡Si no empiezas a escuchar, nos vamos de esta tienda ahora mismo!".
6 consejos recomendados por pediatras para conseguir que los niños cooperenReconocí que al menos parte del problema era yo. Después de lamentarme mucho por mis escasas habilidades como madre, tuve suerte: la madre de una amiga mencionó lo que ella llamaba "la Biblia" sobre el tema: How to Talk So Kids Will Listen & Listen So Kids Will Talk, de Adele Faber y Elaine Mazlish. Cuando lo consulté, vi un taller de bricolaje que costaba 130 dólares. Es cierto que las autoras son padres, no psicólogas infantiles ni susurradoras de niños pequeños. Pero el libro fue un bestseller nacional y los padres siguen organizando talleres con las ideas de las autoras, así que pensé que merecía la pena intentarlo.
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Para ver si sus consejos seguían siendo válidos, reuní a cuatro madres amigas igual de desesperadas y pedí el taller. Recibí dos CD y una guía con instrucciones para dirigir el grupo. Nos reunimos todos los martes por la noche en el salón de mi casa durante siete semanas y pasamos la mayor parte de las sesiones de 90 minutos hablando de nuestros problemas con los niños que no saben escuchar.
Seguimos a los actores que representaban los escenarios en el CD, hicimos algunos juegos de rol por nuestra cuenta y completamos los deberes semanales, como leer partes de Cómo hablar y Padres liberados, hijos liberados, de los mismos autores, y luego aplicar nuestras nuevas habilidades comunicativas en la vida real.
Esto es lo que hemos aprendido sobre cómo mejorar nuestra comunicación para que nuestros hijos estén más dispuestos a escuchar, cortesía de nuestro taller Cómo hablar y de las sesiones informales de terapia de grupo.
Dilo con una sola palabraDilo con una sola palabra es una táctica para que tus peticiones sean breves. Combate el impulso de ofrecer largas explicaciones que a menudo hacen que los padres se sientan exasperados y fatigados.
La situaciónEn aquella época, mis hijas sólo tenían una tarea asignada: llevar los platos al fregadero cuando terminaban de comer. Aun así, no pasaba una noche sin que tuviera que decirles que lo hicieran, a veces tres veces. Pero ni siquiera eso garantizaba que lo hicieran. ¿Y lo peor? Normalmente acababa encargándome yo de sus platos.
A la antiguaDespués de que ignoraran mis repetidas órdenes, sentaba a mis hijos y les sermoneaba durante 10 minutos sobre que yo no era su sirviente y que nuestra casa no era un restaurante.
La mejor maneraLos niños suelen saber lo que tienen que hacer; sólo necesitan que se lo recuerdes. "Si no paras de hablar, se desconectan", me dijo Faber. "En lugar de eso, prueba con una sola palabra para refrescarles la memoria".
El resultadoUna noche, después de cenar, lo único que dije fue "platos". Al principio, las niñas me miraron como si estuviera hablando en otro idioma. Pero un segundo después, los cogieron y se dirigieron a la cocina.
Después de aproximadamente un mes de refuerzo, ya no necesitaba decir nada; lo hacían automáticamente. "¡Dientes!" funcionó igual de bien para conseguir que se cepillaran, al igual que "zapatos" para sustituir mi antiguo mantra matutino: "Busca tus zapatos y póntelos; busca tus zapatos y póntelos".
Y cuando oí a mi hija mayor gritar: "¡Dame eso!", me limité a decir: "Bonitas palabras" (vale, son dos palabras). Prácticamente me desmayé cuando me dijo: "¿Me lo das, por favor?
Capacitar a su hijo para que escuche puede empezar con un cambio en su mentalidad. Por ejemplo, en lugar de darle órdenes, proporciónele información. Los niños, como los adultos, quieren saber por qué algo es necesario. Dar esta información puede animarles a obedecer.
La situaciónMi amiga Michele acababa de servir el almuerzo cuando, como era su costumbre, su hija de entonces 2 años saltó de la silla. Luego volvió a subirse, se dio la vuelta, se levantó y dio un pisotón en el cojín.
A la antiguaCuando su hijo no respondía a un paciente: "Tienes que quedarte sentado", Michele se enfadaba y decía algo así como: "¿Tan difícil es de entender? Tienes que sentarte". Su hija lloraba, pero seguía sin sentarse. Al final, le ponía un tiempo fuera, que no cambiaba su comportamiento.
La mejor maneraExponer los hechos en lugar de dar órdenes constantemente. "¿Quién no se rebela contra las órdenes constantes?", pregunta Faber. (Los niños no son robots programados para cumplir nuestras órdenes. Necesitan ejercer su libre albedrío, y por eso a menudo hacen exactamente lo contrario de lo que les pedimos.
El truco está en convertir la directiva en un momento de enseñanza. Así, en lugar de decir: "Guarda la leche", puedes decir: "La leche se estropea cuando se deja fuera". Este enfoque le dice al niño: "Sé que cuando tengas toda la información, harás lo correcto"", explica Faber.
El resultadoLa siguiente vez que el niño de Michele jugó a la selva durante la comida, Michele respiró tranquila y le dijo: "Cariño, las sillas son para sentarse". Su hija sonrió, se sentó y empezó a comer. "Eso [nunca] había pasado antes", relató Michele. Aún tenía que recordárselo de vez en cuando, pero al final su hija empezó a hacerle caso.
La técnica se aplica también a otras situaciones. Por ejemplo, en lugar de decir: "Deja de tocarlo todo", Michele empezó a señalar: "Esas cosas delicadas se pueden romper muy fácilmente"; lo mismo con "Los legos deben estar en el cubo verde para que puedas encontrarlos la próxima vez que quieras jugar con ellos" y "Los retretes sin tirar de la cadena apestan".
A los niños les gustan las opciones porque les ayudan a sentir que controlan una situación. ¿Y quién no quiere opinar sobre cómo hacer algo, aunque sea poca cosa?
La situaciónTres días después de nuestra última sesión, Joan llevó a sus hijos a Orlando. En Magic Kingdom, les dio sombreros para protegerse del sol. Su hijo de 6 años se puso el suyo de buena gana. Pero su hijo de casi 5 años se negó.
A la antigua"Intentaba persuadirle para que cooperara", dice Joan. Pero, inevitablemente, acababa gritando: "Si no te lo pones, no podrás montar más", y entonces él se ponía a llorar a moco tendido y nadie se divertía.
La mejor maneraOfrezca opciones a su hijo. "Las amenazas y los castigos no funcionan", explica Faber en uno de los CD del taller. "En lugar de sentir pena por no cooperar, el niño tiende a volverse aún más testarudo". Pero hacerles partícipes de la decisión puede hacer que tomen decisiones aceptables para usted.
El resultadoJoan dejó la decisión en manos de su hijo: "Puedes ponerte el sombrero ahora o después de sentarte en la siguiente atracción". Él seguía sin obedecer. "Pero después de que se perdiera el Vuelo de Peter Pan, le dije: 'Aquí tienes tu sombrero', y se lo puso enseguida", cuenta Joan.
Cómo disciplinar a sus hijos sin destruir su autoestima Establezca sus expectativasEstablecer las expectativas puede ayudar a garantizar que todos estén de acuerdo. A su vez, puede evitar conflictos antes de que se produzcan.
La situaciónAmy dejaba que sus hijos encendieran la televisión antes de irse al colegio. Cuando terminaba un programa, llevaba a su hijo de 4 años a vestirse mientras su hijo de 7 seguía viendo la tele. Pero cuando le tocaba prepararse al mayor, se quejaba: "Sólo 10 minutos más. ¿Por favor? Por favor".
A la vieja us anzaAmy gritaría: "No, ya has visto suficiente. Su hija se quejaba un poco más. Al final, Amy gritaba: "¡He dicho que no!" Después, tras más ruegos, le recordaba a su hija que ya tenía más tiempo de televisión que su hermano y le decía que estaba siendo una desagradecida.
La mejor maneraComunique a sus hijos su plan con antelación. Por ejemplo, Amy podría decirle a su hijo algo así: "Cuando te hayas lavado los dientes y estés vestido y listo para irte, puedes ver un poco más de televisión mientras yo visto a tu hermano. Así llegarás a tiempo al colegio".
La primera vez que Amy probó esta táctica, su hijo apagó el televisor sin decir una palabra. Pero la segunda mañana, se negó y empezó a quejarse de nuevo. Amy se dio cuenta enseguida de que esta vez no le había recordado el plan con antelación.
Así que, a la mañana siguiente, volvió a plantear la expectativa. De nuevo, éxito. La estrategia le resulta igual de eficaz en otras situaciones ("No empezar nuevos juegos hasta que el que acabas de jugar esté guardado").
Nombrar sus sentimientosNombrar los sentimientos de un niño es una forma de validación y puede atenuar o prevenir conflictos. Además, ayuda a los niños a identificar sus emociones, una habilidad fundamental para aprender a gestionarlas.
La situaciónLa hija de Carrie, de 6 años, estaba feliz soplando burbujas con una amiga. De repente, irrumpe en la habitación, quejándose de que su amiga no le cede el turno.
A la antigua"Le diría algo así como: 'No hay razón para llorar por esto'", dice Carrie. ¿Y qué haría su hija? Lo contrario de lo que Carrie quería: llorar más y probablemente arruinar el resto de la reunión.
La mejor maneraLos padres también tienen que escuchar. "Todos quieren saber que se les ha escuchado y comprendido", dice Faber. Decirle a un niño que deje de llorar transmite el mensaje de que sus sentimientos no importan. A menudo, los niños lloran (o se quejan, gritan o patalean) porque no pueden comunicar por qué están enfadados o no saben cómo afrontar la emoción. "Hay que darles las palabras para que lo expresen", dice Faber.
El resultadoLa próxima vez, Carrie miró a su hija a los ojos y le describió lo que creía que su hija estaba sintiendo: "¡Pareces muy frustrada!" Su hija la miró sorprendida y luego anunció: "Lo estoy"."Carrie se mordió la lengua para no dar consejos ("Tienes que..."), defender a su amiga ("Ella también se merece un turno") o ponerse filosófica ("Así es la vida").
Carrie preguntó a su hija si tenía alguna idea para que la situación fuera más justa. La niña sugirió que se turnaran. Carrie sugirió que utilizaran un reloj de cocina y su hija le explicó el plan a su amiga. Todos acabaron contentos.
"Es difícil evitar decir demasiado", dice Carrie. Y tiene razón. Frases como "Nunca me escuchas" y "¿Cuántas veces tengo que decírtelo?" se arraigan en nuestro cerebro.
Durante el taller, mis amigos y yo nos dimos cuenta de que necesitaríamos un poco de práctica para dejar de recurrir por defecto a las mismas tácticas poco útiles y empezar a probar otras nuevas. Pero de eso se trata: Cambiar la forma de hablar a nuestros hijos para que no solo entiendan lo que intentamos decirles, sino que quieran escucharnos.
No todos los consejos de Faber y Mazlish nos sirvieron. Por ejemplo, su sugerencia de colgar una lista de tareas en la nevera para no tener que estar recordando constantemente a nuestros hijos sus responsabilidades, por ejemplo, no funcionó (¡sobre todo porque tuve que estar recordando constantemente a mis hijas que miraran la nota!)
Pero otros consejos consiguieron que nuestros hijos empezaran a prestar atención y, mejor aún, que nosotros dejáramos de gritarles. Carrie resumió nuestra reacción colectiva al final: "¡Esto funciona de verdad!"
Cómo dejar de gritar a sus hijos y qué hacer en su lugar